LA INTRUSA

La intrusa

Dos amores tuvo, a los que adoró por igual. Uno era Juana, su hembra. El otro amor fue la Mar. Con los pies en tierra firme, siempre decía: Siento tener que dejarte, Juana, pero me espera la Mar. Tras laboriosa jornada, cuando el faro divisaba, a la Mar le confesaba entre susurros: Me muero por tener, entre mis brazos a Juana. Celos tenía Juana, de la Mar. La Mar, celosa estaba de Juana. Cuando la Mar lo tenía, Juana lo anhelaba, cuando era Juana la dueña, la Mar lo reclamaba. Pero al reparto de amores, una intrusa apareció, que sirviéndose de artimañas, de todo él se adueñó. Le incitó a subir a un gran tiovivo. Música, alegría, desenfado. La gloria a un palmo. Vueltas y más vueltas. Giros y más giros. En cada giro, más música, más alegría, más desenfado, más tiovivo, y más… y más… y menos Juana, y de la Mar casi nada. Tantas vueltas, tantos giros dio el tiovivo, que su mente mareaba. Y se apoyó en el caballo para no derrumbarse y el caballo al momento sonrió. No sé si te serviré para ganar tu carrera, dijo avisándole, el caballo. Para llegar bien puesto a la meta, no tienes que pasar de la raya. Ni una vez, ni diez, ni cientos, pasó de las rayas. Las metas se alejaban cada vez más. Recurrió a su tercera amada, que ya era la primera, para pedirle más fuerza, y ella, le inyectó fuerza en sus venas y llegó… llegó mil veces al suelo, antes que a meta. Vueltas y más vueltas, cada vez más indecentes, cada vez más decadentes, cada vez más deprimentes. Fuiste la última en llegar y te adueñaste de mí. Sin ti ya no se vivir. Súbeme a un tiovivo más grande, desde el que pueda divisar las flores del paraíso, al que me vas a llevar. Y la petición fue cumplida y lo subió en un caballo, mucho más grande y, en él, dio vueltas y más vueltas buscando la alegría. ¿Dónde estás, alegría? ¿Dónde está el paraíso? Solo hay flores negras, en este jardín prohibido, y túneles sin salidas. Perdió el mundo de vista, perdió la salud y hasta el sentido. Aquí solo estoy yo, metido en una burbuja. ¿Por qué me encuentro tan solo? ¿Quién me clavó esta aguja? Pensó que podría salir, cuando entró en ese teatro. Creyó que sería un dios, pero solo llegó a ser, triste muñeco de trapo. En un extraño momento, una luz le iluminó, y se miró en un espejo. Unas lágrimas notó, que de sus ojos brotaron. Solo dos segundos de lucidez. Tiempo justo para reflexionar. Para recordar que la ilusión por vivir, la aprendió de sus dos grandes amores, la Mar y Juana. La Marihuana, por el contrario, le llevó a ir despreciando, poco a poco, su propia vida. A ir muriendo lentamente.