A OTRA COSA

A otra cosa

Nuestra capacidad para recibir noticias es tan grande, como la rapidez que tenemos para juzgarlas y luego olvidarlas. No sé si la prensa, con su imperiosa necesidad de inmediatez a la hora de difundir las noticias, puede haber influido en la manera de actuar que, generalmente, tenemos todos al conocer las noticias. Se puede decir, sin temor a equivocarnos, que durante las veinticuatro horas del día estamos expuestos a recibir noticias, vengan de donde vengan, ya sea por medio de la prensa escrita, por medio de la radio o la televisión, por internet, en nuestro ordenador personal o portátil, en el iphon o el ipad. Estamos enterados de todo, o casi todo, aunque no entendamos casi nada, o nada, de lo que nos están contando. Eso sí. Tenemos una facilidad extraordinaria para colocarnos la toga de juez, en el mismo momento que recibimos la noticia y con dos segundos tenemos bastante para sentenciar. Huelga decir que las sentencias son rápidas, casi nunca imparciales, influidos por los medios, y casi siempre condenatorias. Quizá el motivo, o uno de los motivos, que nos lleven a esos juicios rápidos, sea debido a que las noticias tienen la vida tan corta, que si no dictamos sentencia con rapidez, nos arrolla la siguiente noticia. Esta sociedad, la tuya, la mía, vive demasiado acelerada y nosotros nos hemos contagiado. Una noticia nos interesa hasta que se acaba el boletín de noticias en la radio, o hasta que pasamos la página del periódico donde la hemos leído, o hasta que los llega el espacio de los deportes en los telediarios. Por ejemplo, un incendio de cientos de hectáreas de bosque, en los pirineos, en el que durante cuatro días intervinieron, para su extinción, varios hidroaviones y helicópteros, además de bomberos, miembros de la UME, de protección civil y voluntarios. En el que tuvieron que abandonar sus casas algunos vecinos de la zona. En el que dejó, para bastantes años, una herida muy importante en la naturaleza de la zona, con todo lo que ello conlleva, para el mundo animal, para el ser humano, para la vida. Pues bien, la información que recibimos de una noticia de esa magnitud, puede llegar a nosotros resumida en una columna, de un periódico, o en un par de minutos, en la radio, o un tiempo parecido en las noticias de televisión. Es imposible que, con esa rapidez, uno pueda tener todos los datos necesarios, o pueda ser imparcial a la hora de opinar, ni tan siquiera puede tener suficientes argumentos para sentir odio, o simpatía, o lástima, o pena, o curiosidad, o qué sé yo, por los protagonistas de la noticia. Pero, en ese tiempo, el que empleamos en leer una columna del periódico, o escuchar la noticia en radio o televisión, lo que si hemos hecho, ha sido juzgar y condenar al vecino del pueblo, que según la prensa, aquel día estaba quemando rastrojos y, aunque nadie lo vio, tenía todos los números para ser el principal sospechoso. Después, ese hombre, al que habíamos condenado de antemano, declaró ante el juez y quedó en libertad sin cargos. Sobre el hombre cayó el estigma de pirómano, que le acompañara de por vida, y nadie, seguro que nadie, le pedirá perdón. Ni la prensa que juzgó sin ser juez, ni nosotros que lo habíamos condenado, en dos minutos, sin oír su declaración, sin saber ni siquiera su nombre. Sí. Vivimos en la era de la información inmediata y continuamente renovada. Información que llega a nosotros por incontables conductos. Para estar desinformados de casi todo. Para estar informados de casi nada. Pero nosotros, escuchamos, juzgamos, olvidamos rápidamente y… a otra cosa.