¿MI CULPA?

¿Mi culpa?

La noche lleva ya algunas horas ejerciendo. La jornada, desgastada por el uso, llega a su fin y coloca el cartel de: “Se acabó, por hoy”. A estas horas, las voces se han ido acallando, las luces menguan su intensidad y los bostezos de quienes madrugaron se hacen cada vez más difíciles de disimular. Las queridas fierecillas de mi selva se vuelven mansas y se van retirando a dormir. Estas horas representan para mí: Alivio en mis quehaceres. Paz en mi alma. Sosiego en mis pensamientos. Soledad esperada y deseada, para plasmar mis pensamientos, mis reflexiones, sobre el papel. Hoy, mi reflexión de guardia, me ha concedido un diploma por ser optimista. En un primer momento, mi “yo” ridículo, se ha negado a recibir ese premio al optimismo, de manos de mi reflexión. En su interior, mi “yo” ridículo se siente culpable de ser optimista, con la que está cayendo. Mi otro “yo”, el de verdad, o sea yo mismo, me he levantado y, después de pedirle a mi buen ánimo que me acompañase, he recogido el premio, consistente en una nube, de la que cuesta mucho bajar. Sé que este premio al optimismo, que me he auto concedido yo mismo, sobornando a mi propia reflexión, puede ser motivo de polémica. Después de recapacitar largamente sobre dicho premio, he llegado por fin a una única, y creo que sensata, conclusión, al preguntarme a mí mismo: ¿Y qué culpa tengo yo?


De ver la vida pintada, toda ella, de color verde esperanza.
De oír música en las palabras sinceras, que hablan de cariño.
De oler el aroma que desprende un ramillete de felicidad.
De paladear los ratos dulces que mis amores me brindan.
De tocar el futuro con las manos y robarle la oscuridad.
De querer a todas las personas que habitan en mi mundo.
De andar sin temor, porque la navaja de mi vida no tiene filo.
De soñar con lo más valioso del mundo, que es lo que yo tengo.
De compartir mi vida con los mejores productores de amistad
De reírme de mí a carcajadas y de los demás muy seriamente.
De disfrutar de un rayito de luna reflejado en un charco.
De querer con locura a cuatro corazones, y al mío también.
De que las barbas de mi vecino no he visto cortar, todavía.
De ser feliz, con una ilusión, con un sueño, con un beso.

¿Y qué culpa tengo yo? Si esta forma de sentir me ayuda a ir quitando, con paciencia y uno a uno, los palos que el lado travieso de la vida me va poniendo en las ruedas. ¿Y qué culpa tengo yo? Si prefiero ver que en el vaso no cabe ni una gota, en lugar de verlo de medio lleno. ¿Y qué culpa tengo yo? Si no sé concederle a las penas, ni un segundo más, del tiempo que se merecen. ¿Y qué culpa tengo yo? Si únicamente viajan, en el tren de mi vida, aquellos que me brindan muchas más alegrías que tristezas… Son las tantas de la madrugada. Demasiado tarde. Ahora soy yo el que no puede disimular los bostezos. Ahora es a mí a quien empiezan a pesar demasiado los parpados. Dejo aquí, por hoy, mis sentimientos y me voy a descansar. Mañana será otro día… ¿Y qué culpa tengo yo?