EL VIAJE

El viaje

Retenidos en mi mente aún están los manjares de la cena, los deseos de felicidad, las doce uvas, las campanadas y el sonido de las copas al brindar.
Estoy cruzando ese puente que se llama madrugada, ese puente que muy sutilmente enlaza, la última luna de la noche, con el primer sol de mañana.
Veo, o lo imagino, como se aleja hasta perderse en el infinito, el último de los vagones de ese tren de doce meses.
Me dispongo, ilusionado, a tomar el tren del nuevo año, al tiempo que digo adiós, con nostalgia, al dos mil trece.
Con sus luces y sus sombras, el pasado ya pasó. Ahora toca vivir presente. El presente, en realidad, es un segundo, porque el segundo anterior al pasado pertenece.
Para tomar este tren, para emprender el viaje, quiero ir –como alguna vez dijo el poeta- muy ligero de equipaje.
Quitaré de mi mochila los negros nubarrones y los cambiaré por pinturas, por pinceles, para llenar el cielo de colores.
Dejaré también afuera las penas, el dolor y la ansiedad y ese espació lo llenaré con ratitos de felicidad.
No, en mi maleta, la falsedad y el cinismo no los meto, en su lugar llevaré buena dosis de nobleza y de respeto.
Sacaré de ella, también, el ingrato disfraz de fingir, solo llevaré una careta… por si hay que sobrevivir.
La verdad la pondré toda, aunque sea dolorosa. Mentira llevaré una pizca… pero de la piadosa.
En este nuevo viaje, mi tiempo repartiré, pero en su justa medida. Al lamento, ni un minuto. Al amor, toda la vida.
Cual furtivo llevaré, entre mi equipaje escondido, un sueño que fue imposible y algún que otro secretillo, y en otro departamento pondré, intacta, la ilusión por seguir viendo la vida, desde este nuevo vagón. 
También llevaré conmigo pasión, pasión por seguir queriendo, pasión por seguir amando, pero sobre todo llevaré pasión, por seguir soñando que alguien me estará queriendo, por seguir soñando que alguien me estará amando.
Una advertencia os hago… Si al llegar a la última estación, aquella donde mi viaje acaba, yo me quedara dormido y no bajara, no me queráis despertar. Ya habré tomado otro tren, sin dirección, sin equipaje, sin prisa, pero no os preocupéis porque iré feliz, ya que muy cerca del corazón, en el bolsillo de mi camisa, guardé antes de partir, la luz de sus lindos ojos y su preciosa sonrisa.