NO TIENE PRECIO

No tiene precio

El cinturón abrochado, como debe ser. Miro, a través de la ventanilla, veo como el avión avanza por la pista, cada vez más y más deprisa. Noto en mi espalda la presión del asiento, como si las turbinas estuvieran justo detrás del respaldo. Observo como la parte delantera, del aparato, empieza a elevarse, antes que el resto. De pronto una extraña sensación indica que el avión ha perdido el contacto con el asfalto. Ya estamos volando. Ya estamos iniciando el vuelo de regreso a Barcelona. 

Pasados unos minutos, cuando el avión ha llegado a su cota de vuelo, me desabrocho el cinturón de seguridad, para sentirme un poco más libre. Miro, de nuevo, por la ventanilla y solo puedo apreciar un espeso mar de nubes. Cojo una revista. Leo un par de artículos, y la vuelvo a dejar, de nuevo, en su lugar. 

Decido reclinar el asiento. Las últimas noches he dormido más bien poco. Me acomodo y poco a poco empiezo a sentir que mis párpados pesan cada vez más. Definitivamente me rindo y cierro los ojos. 

El avión sigue su ruta. Mi subconsciente también ha emprendido su "vuelo" particular… 


* * * 


...Señorita, disponemos de unos días para viajar ¿Qué nos aconseja? -le pregunté, a la joven muchacha, de la agencia de viajes. 
Mientras consultaba la pantalla de su ordenador, su mano movía con garbo, su rubia melena llevándola de un lado al otro y dejando un hombro al descubierto. 
-Les recomiendo un circuito muy especial, que les llevará a conocer los Países Bajos, que comienza en París y termina en Frankfurt. 
-¿Me puede explicar que tiene ese circuito para ser tan especial? -pregunté. 
-Pues, mire usted, -me dijo la joven de rubia melena- este paquete está lleno de situaciones especiales. Para empezar, les darán la bienvenida, con una espectacular cortina de agua. Ustedes disfrutarán de esa función, de aproximadamente dos horas de duración, sentados en unos confortables sillones, en compañía de otros viajeros. Las sorpresas serán constantes. Ustedes nunca conocerán en que hotel se alojarán al día siguiente. Tendrán la oportunidad de viajar en diferentes autocares, con diferentes conductores. Este paquete incluye, además, la posibilidad de convertirse en niño, durante todo un día, y disfrutar "doblemente" con los personajes de Disney. Verán al Pato y a Donald, a Blanca y a Nieves, a Mickey y a Mouse, a Peter y a Pan. 
En París, –prosiguió informando la muchacha- podrá subir su autoestima, hasta el segundo piso de la famosa torre que, caprichosamente, construyó Gustave Eiffel. Podrá, también, desfilar con gallardía, a paso ligero, por los pasos de cebra, adyacentes al Arc de Triomphe, intentando así, librarse de ser atropellado. Podrá recorrer, a pie, los Campos que hay en el mismísimo centro de la ciudad, esos que los de allí llaman, Élysées. Podrá comprobar, con sus propios ojos, cómo los doscientos diez mil metros cuadrados de un “museíllo”, al que llaman Musée du Louvre, rodean, incomprensiblemente, una maravillosa pirámide de cristal, desprestigiando el incalculable valor de dicha pirámide. 
-Y además de París –pregunté a la muchacha, que volvió a cambiar de hombro su rubia melena- ¿Qué más sorpresas nos deparará, ese recorrido? 
-Bueno, después viajará hasta Bruselas, en otro autocar. Es mi obligación –me dijo la muchacha de la agencia, poniéndose muy seria- advertirle que si usted tiene a bien, levantarse una hora antes que el resto de viajeros y, además, es capaz de eliminar el desayuno, de su dieta, tiene un cincuenta y uno coma dos, por ciento, de posibilidades de elegir asiento. 
Por otra parte, debo decirle que, este paquete incluye un “Máster Exprés de Historia de Europa”, donde usted acabará teniendo total conocimiento de lo “pendonzuelo” que llegó a ser Leopoldo II. 
En el mismo centro de Bruselas, -continuó informándome la muchacha- encontrarán un niño haciendo “pis” -y, amablemente, me aclaró- digo, haciendo “pis”, porque es mucho más fino que decir, que está “meando”. A todo esto, les diré que, según importantes estudios realizados por empresas especializadas en el tema, está confirmado que, la del Manneken Pis, es la “pilila” más fotografiada del planeta. 
Luego visitarán Amberes, Brujas y Gante. Esas ciudades son como una mezcla de Venecia y Andalucía, por los canales y por el flamenco. Ciudades en las que ustedes tendrán la sensación, al pasear por sus calles y por sus plazas, de haber retrocedido algunos siglos en el tiemplo, pero eso sí, -no se dejen embaucar- los precios de las cosas, que quieran comprar, son totalmente actuales. 
El circuito, -siguió explicándome la joven- le llevará también a La Haya, donde está el famoso tribunal de La Haya. Lugar de justicia justa, donde la haya. 
Y luego llegarán ustedes hasta la, muy peculiar, ciudad de Amsterdam. Donde podrán apreciar, de cerca, sus canales y sus bicicletas, sus plazas y sus bicicletas, sus edificios medievales y sus bicicletas, sus mercados de las flores y sus bicicletas, su casa del diamante y sus bicicletas, sus tiendas de quesos y sus bicicletas, su barrio rojo y sus porretas. 
Y para final del viaje, le espera, la inmensa, la espectacular, Catedral de Colonia (casi imposible fotografiarla de cuerpo entero), y como colofón a este circuito, visitarán la ciudad ultra-moderna de Frankfurt, con sus rascacielos acristalados, y sus bancos, y sus hoteles, y su extraño, y carísimo, monumento a la corbata. Ah!! Una cerveza, en compañía de todos los compañeros de viaje, pondrá el punto final a esa "aventura".
Y eso es todo. -me dijo la muchacha- ¿Tiene alguna duda, alguna pregunta? 
-Pues sí, señorita. -le dije- Me gustaría saber que compañeros de viaje voy a tener. 
De nuevo, fijó la vista en la pantalla del ordenador, mientras, esta vez, muy lentamente se dispuso a llevar, de nuevo, la melena de un hombro al otro. 
-Veamos, según los datos de que disponemos, usted tendría la suerte de viajar, rodeado de unas personas encantadoras. Aunque no me está permitido, -me aclaró la muchacha de la melena rubia- ya sabe… la ley de protección de datos y esas cosas, yo le voy a dar unas pinceladas, de quienes son esas personas. Usted y su mujer, van a estar acompañados, entre otros, por Ricard, un pescador de chapas de cerveza, que ve partidos de rugby, en alta mar, desde la televisión de su barca (o algo así), y por Esmeralda, la mujer de este. Una joya. 
Con Yolanda y con Manu “Cultureta”, lo pasarán muy bien, tanto, que disfrutarán como niños durante su visita a Eurodisney. 
Y en Ámsterdam, recorrerán ustedes las calles saltando de aquí para allá, sorteando las miles de bicicletas asesinas, con dos personajes de altura, de mucha altura (Siempre se hospedan en los pisos más altos). Personajes que tienen nombres diferentes, pero que comparten apellidos. Ellos son: Maite y Ángel Buena Gente 
-Señorita, me ha convencido. Quiero hacer la reserva, ahora mismo. 
-De acuerdo, -dijo la muchacha- le reservo plaza, para dos personas, del 10 al 17 de junio. 
-Perdón señorita, -la interrumpí bruscamente, cuando se disponía a introducir los datos- me ha informado de todo, pero no me ha dicho cual es el precio final de este viaje. 
La muchacha, me miró fijamente a los ojos y con una amable sonrisa, me dijo: 
-Señor, permítame que le diga una cosa: 
“Hacer un circuito por media Europa, con estos compañeros de viaje… no tiene precio. 
Con estos compañeros de viaje… no tiene precio. 
No, señor… no tiene precio”. 


* * * 


Algo me ha despertado, de mis sueños, en este preciso momento. Abro los ojos muy despacio. Durante los primeros segundos no sé muy bien donde estoy. Me paso las manos por la cara, mientras bostezo, y descubro que estoy a bordo del avión que me trae de regreso a casa. A mi derecha, mi mujer mira por la ventanilla, intentando descubrir, allá abajo, la población que estamos sobrevolando. A mi izquierda, dormita Ricard, y más a la izquierda Esmeralda, su mujer, lee un libro con atención. Pienso en Yolanda y en Manu “Cultureta”. No vuelan con nosotros, porqué su avión sale a última hora de la tarde. Más atrás, en la fila veintiséis, Ángel, el “gran” Ángel, mata el tiempo buscando soluciones a los sudokus, mientras que Maite, recostada en su asiento, piensa en... quien sabe que. 

La megafonía del avión nos informa que estamos llegando a nuestro destino. Nos abrochamos los cinturones. Me acerco, para mirar por la ventanilla. La tierra cada vez está más cerca. Cuando las ruedas del tren de aterrizaje contacten con el asfalto de la pista, estaremos en casa. 

Mientras espero notar ese contacto, pienso en las últimas palabras que me ha dicho, la misteriosa muchacha de ese extraño sueño, que acabo de tener. 

“Hacer un circuito por media Europa, con estos compañeros de viaje… no tiene precio. 
Con estos compañeros de viaje… no tiene precio. 
No, señor… no tiene precio”