Fortuna
Recostado en un lugar, solitario, del espigón
que, con sus peñascos, parte en dos la
bahía,
miro allá, donde se funden el mar y el
cielo,
donde se cobija el sol, al despedirse el
día.
Me aíslo, para hurgar en mis recuerdos,
para poner orden en mi razón confundida,
para pensar historias, con los ojos
cerrados,
y creer que nuestra llama sigue encendida.
A lo lejos veo, errante, un minúsculo
velero,
que tal vez a la deriva, navega sin rumbo
cierto,
entre el filo azul del mar, y el azul filo
del cielo.
Perdido, como tantos, sin encontrar su puerto.
Lentamente, el sol dorado, veo ponerse,
hasta posarse, fugaz, sobre las aguas
azules,
para luego, entre el mar y el
cielo, evaporarse,
dando paso, a la noche, a la luna y a sus
luces.
De estrellas, la noche, su
manto ha extendido .
Leo lo que, con sus rayos, ha escrito
la luna:
“No busquéis el tesoro de un galeón hundido,
quizá, a vuestro alrededor, tenéis una fortuna”
Abandono el rincón, solitario, del espigón.
Miro al cielo. A mi luna, le hago un guiño,
al descubrir, que tengo la gran fortuna,
de poder regalar y recibir, mucho cariño.
al descubrir, que tengo la gran fortuna,
de poder regalar y recibir, mucho cariño.